25 de julio de 2012

XII - Disrupción astral


Eliel gritó de terror al ver cómo aquella onda de luz traspasaba la habitación. Poco o nada se sabía de las disrupciones astrales. Eran fenómenos que solían afectar a una zona en la que el orden de los planos astrales se alteraba. Como se solía decir vulgarmente, los sueños invadían el mundo. Eran fenómenos casi inusitados y se contaba que aquella onda azul alteraba las cosas y mutaba a los animales, incluso a las personas si era muy fuerte, convirtiéndolas en horrendas criaturas a las que se solía llamar pesadillas.
Eliel abrió poco a poco los ojos. Las runas iluminadas en tonos blancos y azules invadían la habitación en extrañas cadenas. Todas provenían de una que Danae había escrito en el suelo. Otra runa sacra, pensó la doalfar. Poco a poco las estructuras rúnicas se fueron desmoronando a medida que la luz azul se suavizaba. En ese momento descubrió que Meikoss la había cubierto con su cuerpo, en un acto instintivo de protegerla.
- ¿Estás bien? -preguntó Meikoss.
 - Sí, creo que sí. Gracias.
 - No nos ha pasado nada gracias a la runa sacra de esta mujer -dijo Rulia señalando a Danae.
 - Sólo he purificado la sala, eso ha impedido que la perturbación entre aquí, pero ahí fuera desconozco qué ha podido pasar. Será mejor que esperemos aquí hasta que la situación se normalice -dijo la curandera mirando por la ventana las extrañas luces azules, que, como una aurora boreal a muy baja altura, lo teñía todo de ese color. Una especie de sombra blanquecina había quedado en el suelo como prueba del conjuro que allí se había realizado.
Meikoss se apartó y Eliel vio que Adriem se había puesto en pie mientras con la mirada localizaba su cazadora y sus botas.
-Adriem, ¿qué haces?
-Algo está provocando esta disrupción y, si no se detiene, nos acabará afectando. Además, cuanto más tiempo pase, irá aumentando su intensidad y acabará infectando a las personas.
-¿Cómo sabes tú eso? -preguntó Rulia.
-No sé quién eres, así que no tengo por qué contarte nada -dijo Adriem con la mirada fría.
-Adriem, no te pongas así. Es una amiga que nos está acompañando a Nara - l o reprendió Eliel.
-Como encargada de tu rehabilitación no puedo permitir que salgas ahí fuera. Tu alma aún está dañada.
 Si abusas otra vez de la esencia, no sé si podré curarte.
-Danae se había interpuesto entre él y la puerta. -Gracias por ayudarme, pero no vas a impedir que salga. No tengo por qué quedarme. A Eliel ya la está protegiendo un caballero -dijo mientras fulminaba a Meikoss con la mirada. Apartó a un lado a Danae y abrió la puerta.
 Danae hizo el gesto de escribir una runa para inmovilizarlo, pero el ceño de Adriem la frenó. Ese hombre iba a salir de una forma u otra, era inevitable.
Y así fue. Eliel se quedó sentada en el suelo sin saber qué decir. ¿Qué le había pasado a Adriem? Danae había curado sus heridas, entonces ¿por qué había visto dolor en su mirada?

11 de julio de 2012

XI - Mentiras amargas


Dythjui se encontraba absorta en sus pensamientos. Estaba recogiendo con una fregona los charcos de agua que producían los cientos de goteras que se filtraban a través del ruinoso tejado. La planta baja ya era habitable, pero los malditos techadores estaban todo el día dándole largas. Los pocos ahorros que tenía se los había dejado pagando las primeras obras de la reconstrucción de la posada, pero aún estaba lejos de poder volver a abrirla. Y si no lo hacía, no sabía de dónde iba a sacar lo que le faltaba. Los pagos y las facturas se acumulaban en la mesa de la cocina, y esa maldita lluvia de invierno ponía a prueba su paciencia.
El tosco sonido de la desencajada puerta de la entrada la sacó de sus ensoñaciones.
- Pase, pase. Pero le advierto que, como verá, la posada está temporalmente cerrada -dijo alzando la voz desde la cocina.
- ¿Señorita Lezard? Soy yo, la priora Melisse.
Dythjui se asustó al oír varios ruidos secos de metal. Parecían armaduras. Salió sin dudarlo un momento y encontró a la priora acompañada de cuatro soldados de la guardia imperial.
Ataviados con sus armaduras, los soldados de élite del imperio observaban con detenimiento la estancia. A Dythjui no se le escapó que la priora se sentía incómoda por su escolta.
 - Lezard, me gustaría que me acompañara.
- Bueno, con tan galantes caballeros como acompañantes, ¿quién se resistiría? -dijo irónicamente a la vez que apoyaba la fregona en el cubo-. Pero ¿se puede saber adónde, sor Melisse? No sé si llevaré el atuendo adecuado. - Viendo que la cosa parecía oficial, Dythjui pensó que tal vez aquel vestido viejo y el delantal no serían apropiados.
- Sí, tiene razón. Tenemos una pequeña audiencia. Si se cambia, será mejor. La esperaremos aquí. No hace falta que se ponga muy formal.
- Es usted un cielo, priora. -Y después de guiñarle un ojo, Dythjui subió al trote las escaleras que llevaban a su cuarto.
Pese a la intensa lluvia, el Palacio Imperial se veía con absoluta claridad. Edificado en la parte antigua de la ciudad, tras varias ampliaciones a lo largo de los años, se había convertido en el edificio más alto e impresionante de Tiria. Las líneas rectas, enormes columnas que soportaban altísimos techos y multitud de bellas estatuas de mármol rodeadas de vidrieras definían aquel edificio. Así mismo, la piedra gris y el mármol rojo y blanco jugaban creando bellos dibujos geométricos. Elevadas torres apuntaban al cielo con osadía. El viandante no podía por menos que sentirse embriagado por aquella muestra de poder arquitectónico.
Como contrapunto a aquella imponente majestuosidad, una sencilla estatua de piedra blanca representaba a una mujer desnuda con las manos en posición de ofrenda y dos hermosas alas extendidas. Había sido colocada allí el día de la fundación del imperio, hacía más de trescientos años. A sus pies rezaba la frase «Sagrada y grande es nuestra misión en aras de la libertad de un nuevo mundo. EmperadorJulio I El Fundador. 14 de abril del 239, Era Común». Solitaria en la enorme plaza circular llena de fuentes y canales, y rodeada por soportales, la estatua miraba hacia el Palacio Imperial.
- Es curioso cómo la libertad se empequeñece ante la glorificación del hombre -dijo Dythjui observando la entrada del palacio tras bajar del carruaje. Un soldado se aprestó a cubrirla con un paraguas, e igual le ocurrió a Melisse.
- Corríjame si me equivoco, pero me da la sensación de que ya sabía que iba a venir aquí. Antes de que fuéramos a su casa.
- Efectivamente -dijo sacudiéndose una rodilla del pantalón que estaba manchada de polvo. Ahora vestía una sencilla camiseta de cuello alto blanca, unos pantalones rojos ceñidos y un chaquetón gris. Algo bastante informal en comparación con el uniforme de priora de Melisse- . Era lógico que alguno de los peces gordos quisiera saber qué ha originado tanto movimiento en la ciudad.
- Sí, era lógico. Pero ¿no se imagina usted quién quiere saber qué está pasando?
- No tengo ni idea. ¿Algún senador?

- El emperador.

Dythjui se quedó parada, desconcertando al soldado que iba tras ella con el paraguas. Melisse se volvió hacia Dythjui.
¿Algún problema, señorita Dythjui?
Dythjui señaló su coleta alta.
 ¿Voy a ver al emperador y yo con estos pelos?



9 de julio de 2012

Nuevo estudio

Al fin he terminado la mudanza y oficialmente el nuevo estudio ha sido inaugurado. Lamento que esta semana no hayan habido novedades en el blog pero ha habido mucho bricolaje por en medio.

Eso si, inauguro una nueva etapa y no puedo evitar estar muy ilusionado.

Este miércoles de nuevo habrá capitulo de La Canción de la Princesa Oscura :)