30 de julio de 2014

Capítulo 16: Las puertas del olvido

El sol, que tímidamente se asomaba entre las nubes, iluminaba el patio principal del enorme templo, en cuyo centro geométrico se hallaba el oráculo El anciano salió, tan rápido como le permitía el bastón. A su encuentro se acercó su consejero alarmado.

- Eminencia, no debería correr – le sugirió - ¿y la joven novicia?

- La he enviado a sus aposentos, no quiero que nadie se acerque a su habitación ni la moleste. Un guardia se encargarán de su seguridad.

- Tal vez se innecesario usar a un hombre de la guardia para protegerla, este templo es seguro. Si lo desea, yo mismo me puedo quedar con ella - se ofreció.

- ¡Es totalmente innecesario! Tienes asuntos que tratar y para eso están, para salvaguardar a las gentes de este templo. - dijo molesto su superior - Ahora deja de importunarme, tengo un asunto urgente que tratar.

El consejero dudó por unos instantes, tratando de encontrar una excusa para replicarle, pero al final hizo una reverencia aceptando la orden – Como desee eminencia. Si por al visita de esa mawler, le espera en…
- Se donde me espera, gracias - dijo ablandando su tono - Aunque no lo parezca, es una visita muy importante, no pretendía alzarte la voz.

- No se preocupe, maestre. Faltaría más que yo le tuviera que perdonar nada.

El anciano le dio unos golpecitos en el hombro con gesto de aprobación y prosiguió su camino, volviendo a mostrar un gesto serio que no el pasó del todo inadvertido al consejero.


9 de julio de 2014

Capítulo 15: El precio de la palabra dada

Tras tomar la bifurcación se desviaron hacia el templo, dejando a un lado la pequeña población y trepando, por aquella senda retorcida por la escapada colina sobre la que se erigía. Los caballos tiraban con fuerza del carro con algún que otro resbalón debido a los viejos adoquines que tapizaban la ruta desde tiempo inmemoriales.

- No sé si antes deberíamos descansar en el pueblo. - comentó Eliel hacia Meikoss – A fin de cuentas por un día más que tarde en llegar no va a haber diferencia alguna. Adriem ya está bien.

- Será mejor que no tengas a los shamans preocupados más tiempo. Recuerda que luego te acompañaremos hasta Hannadiel. - no quiso mirarla mientras respondía. Seguía concentrado en el camino, recordando la conversación que tuvo hace tres días en la noche de Torre Odón.

***

Acariciaba inconscientemente con la mano el pomo del sable, dispuesto a atacar si hiciera falta a aquella extraña criatura y a la hechicera antes de que pudieran reaccionar. Caminó lentamente, a sabiendas del peligro de su situación, siendo dos enemigos en potencia para él solo, pero tenía que averiguar cuáles eran sus intenciones y el por qué del engaño.

- Sophía, ¿no es así? - torció los labios en una mueca socarrona que enmascaraba sus nervios - ¿Y quién es tu amiga?

- ¿A qué esperas? Deshazte de él – apremió la arlequín sin tener aún fuerzas para levantarse del suelo.

- ¡Calla! - le ordenó la hechicera. Su gesto se relajó y con una sonrisa afable se dirigió a Meikoss – Lo siento, no sabe tener la boca cerrada. En efecto, mi verdadero nombre es Sophía y ella – le lanzó una mirada de desprecio a su compañera – es Idmíliris.

- ¿A qué viene todo este teatro? ¿Qué queréis en realidad? ¿Tal vez el viejo negocio de secuestrar al noble? Lo siento, pero pese a su posición mi padre no ostenta una gran fortuna.

Sophía comenzó a reírse, cosa que le molestó de sobremanera, pues no sabía dónde estaba el chiste.

- No, Meikoss, tú no tienes nada que ver en todo esto, sólo eres un espectador ocasional – esta afirmación lo contrarió aún más – pero podríamos hablar de tu papel en esta función ¿no crees? ¿Qué hace el hijo del consejero de Detchler viajando en un triste carromato camino del norte? ¿Qué esperas encontrar en Hannadiel?

- No me respondas con otra pregunta – resopló airado – Limítate a hablar si no quieres... 

- Vamos, acaba la amenaza – le retó la hechicera – Te considero un tipo listo, así que no me atacarás sin saber que tienes la victoria en el bolsillo. Es como cuando retaste a ese imperial en la plaza de Dulack, lástima que no pudiste advertir de antemano que tenía ese poder... Así que, sin saber de qué soy capaz no osarás retarme si no te ves obligado – se veía confiada en sí misma – Te responderé claramente, vamos tras Eliel.

- ¡Sophía! - la mirada de la arlequín desaprobaba claramente la respuesta. 

Pero la hechicera no se dio por aludida y siguió hablando. - Es una disputa muy antigua entre la nobleza kresaica. No tengo intención de que lleguemos hasta Hannadiel, sólo quiero que Adriem se separe de ella para tener la oportunidad de llevarla ante mi señor. No va a sufrir ningún daño, pero el imperial se ha interpuesto cada vez que nos hemos acercado de una forma u otra y eso, querido Meikoss, debería de preocuparte a ti también.

- ¿A mí? ¿por qué debería?

- Vamos, Meikoss, te repito la pregunta ¿Qué esperas encontrar en Hannadiel? - ella le sonrió con una pizca de malicia y supo a qué se estaba refiriendo, por lo que bajó un poco la vista para evitar que le mirara tan directamente a los ojos.

- Te gusta – dijo con absoluta certeza Sophía – pero no la puedes tener. Adriem siempre va a estar en medio.

- No, no tiene por qué ser así. ¿Qué va a hacer un simple guardia de Tiria frente a mí? Yo soy... mejor que él. Ella...

- Ella no te va a elegir a ti, lo siento – su expresión mostraba cierta compasión que le irritaba aún más.

- ¿Y tú que sabrás? - no entendía como osaba compararle.

- Es fácil, porque he visto como le mira y ella le ama, eso es más fuerte que todos los títulos y destreza que puedas mostrar. - caminó hacia él lentamente mostrándole las palmas en un gesto de no agresión – Volverás de Hannadiel sin haber rozado sus labios y sin nada que ofrecerle a tu padre - miró de reojo a Idmíliris –. Alguien me ha dicho que busca tierras con las que estrechar lazos de cara a la guerra, de una forma u otra. ¿Tendrás que darle la razón en sus planes?

Cómo demonios podía saber de lo que hablaron él y su padre era algo que no conseguía comprender pero, absorto en esa duda, la hechicera llegó hasta él y posó su mano sobre la suya que acariciaba el pomo del sable.

- Mi señor es un poderoso noble kresáico, puede ofrecerle a tu padre lo que ansía si nos ayudas, lo único que has de hacer es quedarte a un lado. No te interpongas y nos encargaremos de llevárnosla con nosotras en cuanto sea el momento oportuno. No tienes que hacer nada y sólo ganas, ¿no crees?

- Ya me has engañado una vez, no voy a confiar en ti ni en tus promesas – replicó él.

- No puedes, pero debes. Cuando lleguemos a Nara la decisión estará en tu mano – le apretó la mano – Si decides olvidarte de ella llévala al templo, nada más. Es allí a donde tiene que ir y todo se resolverá plácidamente. Lo último que quiero es entrar disputa con Adriem y menos con Eliel, aunque no has sido consciente, que esa niña haga magia es muy peligroso, sobretodo si se desespera. - le clavó la mirada - Pero también podrás delatarme, huir con ella o lo que te plazca, pero recuerda que Adriem irá con vosotros y esta cuestión será menos amistosa. Ya has visto como ha quedado tu compañero de viaje y Danae sólo enfrentándose a Idmíliris… ¿Crees que tendrás alguna oportunidad frente a las dos? Me caes bien aunque no te lo creas, Meikoss, y en un combate tú eres el que caerá primero - le señaló la espada - Sólo con eso tienes muy pocas opciones. Así que, no me decepciones y se un chico listo.

Dio un paso atrás y se apartó de ella tratando de ocultar su temor ante la amenaza – Si tu señor es alguien importante, por ahora, aceptaré tu palabra y no te delataré hasta Nara. Tómalo como un gesto de buena voluntad por mi padre, pero no voy a quitarte el ojo de encima. Ni a ti ni a tu amiga.

- Por ella no te preocupes – se giró hacia Idmíliris que con dificultad ya estaba en pie. - Estaremos en calma hasta Nara.

- Hasta Nara – puntualizó de nuevo Meikoss mientras invitaba a la hechicera a caminar delante de él de vuelta al pueblo, dejando atrás a la arlequín con cara de preocupación.