1 de abril de 2016

Eraide 3x04: Sueños

Una campana tañía, invadiendo con su timbre cada recoveco de aquel lugar mientras el cielo comenzaba a teñirse de tonos anaranjados. A través de enormes ventanales, la luz, que se filtraba entre los árboles, dotaba a aquel pasillo de cierto aire de irrealidad, sombrío y gélido en contraste con el bello parque que se intuía en el exterior.
Avanzaba con paso torpe, tratando de seguir el ritmo del adulto que la llevaba de la mano. La campana dejó de sonar cuando traspasaron la puerta que había al final de aquel pasillo, y su chirrido, que hizo eco en el silencio que imperaba en aquel lugar, provocó que un escalofrío recorriera cada rincón de su ser. Estaba muy asustada y tiró de la mano hacia atrás, pero solo consiguió que la que la sujetaba lo hiciera con más fuerza, obligándola a entrar.
Ante ella, un aula en la que había dos personas más esperándolos, cuyas sombras se proyectaban contra las paredes, con formas que le recordaban a monstruos. Un hombre elegantemente vestido, con traje y sombrero de ala, que miraba a través de una de las ventanas dándole la espalda. Apoyado en la mesa del profesor se encontraba otro, con unas gafas redondas que cubrían su mirada y una sonrisa siniestra que se dibujó deformando su cara, y que le hizo inconscientemente apretar la mano de quien la trajo.
El hombre del sombrero se giró y saludó, pero era incapaz de ver su rostro, oculto por las sombras que arrojaba el contraluz de la ventana.
Hola —dijo con una voz muy suave—. No tengas miedo, pequeña.
Su custodio tiró un poco de ella hacia delante, hasta conseguir que la niña diera unos pasos más. Ni aquella voz afable la calmaba y notaba cómo le temblaban las piernas, hasta tal punto que pensaba que se iba a desplomar contra el suelo.
No te preocupes —prosiguió el hombre del sombrero—. Tu tutor nos ha contado tu historia y venimos a darte un nuevo hogar.
Ella no dejaba de mirar al hombre que desde la mesa del profesor la observaba. Su sonrisa enmarcaba unos dientes inmaculados.
Sé que no soy exactamente como un padre, nunca he tenido hijos, pero quiero que me consideres como tal. A partir de ahora, tanto la gente que me acompaña como yo te cuidaremos. —Se acercó a uno de los pupitres, donde hasta hacía un momento hubiera jurado que no había nadie. Era incapaz de verla bien, pese a que estaba a pocos metros, tan sólo distinguió que era más o menos de su estatura y que su pelo lacio era blanco y largo.
El hombre siguió hablando:
Ella también va a venir con nosotros. Nunca has tenido una hermana, ¿verdad?
Negó con la cabeza mirando a aquella figura. El sol casi había desaparecido y el aula iba quedando lentamente engullida por las sombras.
Pues a partir de ahora será tu hermana, ¿qué te parece? —El hombre se acercó hasta ella, se puso en cuclillas y le extendió la mano—. Me llamo Harald, ¿y tú?
Le miró, pero no se atrevió a hablar.
Ha sido una desgracia lo de tus padres, ningún niño debería perderlos, pero el mundo es cruel. El centro no puede mantenerte, espero que lo entiendas. Sin embargo, te prometo que me encargaré personalmente de que no te falte de nada. El estado te cobijará de aquí en adelante y a cambio le servirás.
El hombre se puso en pie y, desde su perspectiva, le pareció un gigante. Una desagradable sensación de vértigo le revolvió el estómago y un solo pensamiento ocupaba su mente. «Huye». Pero era incapaz de dar un paso, atrapada en aquel lugar donde las sombras invadían cada rincón.
Vas a ser muy valiosa, ya lo verás. Y mientras yo esté aquí todo irá bien, pequeña.
Sus labios, sin pensarlo, articularon una frase:
¿Y cuando no estés? ¿Qué pasará?
La noche se cernió por completo. Tan oscura que sólo dos cosas se podían apreciar: la mirada del hombre cuyos ojos le resultaron inquietantes y familiares, además de la sonrisa de aquel que llevaba gafas, el cual se acercaba hacia ella enseñando unos dientes afilados.
Que él te devorará.
No podía moverse, solo ver cómo aquellas fauces se cernían sobre ella y la mordían en el brazo, triturando su carne y sus huesos. Ya no podía ver, solo sentir el dolor de su cuerpo consumido por aquella bestia.
Dolor...