En medio había una niña triste y sola, que lloraba cubierta por un manto de escamas.
Desconsolada, llamaba una y otra vez por sus nombres a personas que no conocía, pero a la vez añoraba.
Un caballero de reluciente armadura pasaba por el campo montado en un alazán.
Conmovido por la escena, le ofreció la mano y llevarla con él.
La muchacha dejó de llorar y le asió la mano, tiró de ella.
El caballero no lograba zafarse.
Forcejeó con la mano de la niña hasta quedar exhausto.
Entonces cayó al suelo y su caballo se alejó.
La niña le soltó la mano y le dijo que se fuera, mas el noble caballero no ser marchó.
Ella le imploró que se alejara, que no quería que de hambre muriera.
- He perdido mi caballo - respondió - ya no tengo a dónde ir.
Tal vez muera, pero hasta entonces no tendrás que llamar a nadie para que te acompañe en el llanto,
pues me quedaré a tu lado.
Desperté entonces en sudores.
Apenada, una lágrima me resbaló por la cara al pensar en aquella triste historia…
y supe entonces que aquella niña era yo,
y aquellos eran mis recuerdos.
Diario personal de Lady Eraide Sen Ukain
(Circa -17 Era Común.)
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